CRISTINA MORATÓ
La lectura de Las mil y una noches despertó en un buen número de damas británicas, aristocráticas y aventureras, la fascinación por un Oriente de harenes, bazares, caravanas y nómadas beduinos. A comienzos del siglo XIX viajar más allá de El Cairo o Estambul era una peligrosa aventura: el pillaje, los despóticos pachás turc
Lady Mary Wortley Montagu fue la primera europea que pisó las habitaciones secretas de los harenes del sultán otomano, en el Palacio Topkapi, en 1717; cien años más tarde, Lady Hester Stanhope se instaló como una princesa de cuento en un palacio de las montañas de El Líbano despues de media vida en Oriente, de haber vivido con los beduinos, viajar en sus caravanas y terminar siendo considerada "la reina de los árabes"; Lady Jane Digby a los 46 años, dejando atrás tres matrimonios, seis hijos y abundantes amantes y pasó a llevar una vida romántica y aventurera entre Damasco y las tiendas de los beduinos entre 1853 y 1881; Isabel Burton, la mujer del polígrafo y explorador Richar Burton, quiso seguir esta estela sin salir de su puritanismo británico; viajó con su marido por todo el mundo y a su muerte quemó algunos de sus manuscritos "de pornografía oriental"; Gertrude Bell, que llegó a ser considerada la mujer más poderosa del imperio británico, que entró en el juego de la política colonial y diplomática, y que entre otras cosas ayudó a definir las fronteras de los países de Oriente medio tras la II Guerra Mundial; Freya Stark, amante de la arqueología y de la exploración, que estudió el Corán y comenzó la búsqueda de la fortaleza de la Secta de los Asesinos (o Haschaschin, los fumadores de haschis); la última de la saga es Agatha Christie, la famosa autora de novelas policiacas, que en 1928 y tras un divorcio decidió retomar su antigua afición por la arqueología, y viajó a Irak a las ruinas de Ur de los Caldeos donde conoció al que se convertiría en su marido, con el que compartió una vida de viajes y novelas.
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