En El Cártel, Barrera, rey narco que quiere volver a serlo, pone precio a la cabeza del agente Keller, quien le metió entre rejas no sin pagar un duro coste personal y profesional. Partidario de la legalización de las drogas, Winslow no duda en contar, entre irónico, conspiranoico y cínico, lo que cree que ha ocurrido con El Chapo: “No dudo que hubiera un túnel, pero tengo grandes dudas de que saliera por él. Mi apuesta es que salió por la puerta principal y el túnel sirvió para dejar una pista falsa y salvar la cara a los vigilantes. Estaba en Washington D.C. cuando me enteré de la huida, aunque de huida no tiene nada. Me cuesta más dejar algunos hoteles de lo que le costó a él escaparse de esa cárcel. El Chapo hizo el check out del hotel y pagó la cuenta con el soborno, la intimidación y el chantaje. ¡Téngalo claro! El más importante señor de la droga del mundo se ha paseado por una prisión de máxima seguridad. Dos veces". Regalando un guion para la mejor novela negra, la realidad, de nuevo, toma la delantera a la ficción.
El cártel es una colosal narración que se mueve entre los áridos escenarios mexicanos y los despachos de los poderosos en Washington, y que se extiende hasta ciudades europeas como Berlín y Barcelona. El absorbente trabajo de documentación de Winslow (libros, prensa, fotos, vídeos, encuentros personales...) le ocupó cinco años, y marcó su vida personal por las implicaciones que acarrea adentrarse en un mundo tan increíblemente violento y corrupto. «E lperiodismo te proporciona los datos, pero la ficción te cuenta la verdad», confesó Don Winslow en una entrevista. Aunque El cártel sea ficción, muchos de los asesinatos, torturas y actuaciones policiales que se describen en el libro
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