viernes, 16 de febrero de 2024

629- CANTO YO Y LA MONTAÑA BAILA

 
















IRENE SOLA
Las voces de la tormenta, de una seta, de mujeres y fantasmas, de un joven corzo o de la mismísima montaña se combinan en este libro inclasificable para crear una sinfonía verde infinita. Un elogio de la narración, de la naturaleza y del misterio cargado de lirismo y con la incomodidad de la muerte siempre presente. El escenario, la comarca del Ripollés, del Pirineo catalán. Lo cual es importante porque hasta la tierra tiene voz en esta novela; una voz marcada por su pasado, por su memoria, grabada a base de violencia y espera.


Primero llegan la tormenta y el rayo y la muerte de Domènec, el campesino poeta. Luego, Dolceta, que no puede parar de reír mientras cuenta las historias de las cuatro mujeres a las que colgaron por brujas. Sió, que tiene que criar sola a Mia e Hilari ahí arriba en Matavaques. Y las trompetas de los muertos, que, con su sombrero negro y apetitoso, anuncian la inmutabilidad del ciclo de la vida.

Canto yo y la montaña baila es una novela en la que toman la palabra mujeres y hombres, fantasmas y mujeres de agua, nubes y setas, perros y corzos que habitan entre Camprodon y Prats de Molló, en los Pirineos. Una zona de alta montaña y de frontera que, más allá de la leyenda, conserva la memoria de siglos de lucha por la supervivencia, de persecuciones guiadas por la ignorancia y el fanatismo, de guerras fratricidas, pero que encarna también una belleza a la que no le hacen falta muchos adjetivos. Un terreno fértil para liberar la imaginación y el pensamiento, las ganas de hablar y de contar historias. Un lugar, quizás, para empezar de nuevo y encontrar cierta redención.

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